Muy
sugerente es el paisaje que se ofrece a la vista desde este castillo sobre
los ríos Ucero y Chico, dominando la villa de Ucero, próximo
al cañón del río Lobos (Parque Nacional) y la cuesta
Galiana. El acceso al castillo no lo es menos, tanto si lo intentas a pie
desde la villa como si lo haces desde el camino de la carretera. Descubrirás
un equilibrio en las formas del conjunto que difícilmente puede ser
casualidad.
Es esta un área
de profundas raíces poblacionales, como atestiguan los restos de
arte rupestre esquemático de las cuevas de San Bartolomé
(junto a la ermita del mismo nombre, en el cañón del río
Lobos), Cueva Conejos y Cueva de la Galiana. La Edad del Bronce deja su
huella en la cueva de los Polvoristas y muy especialmente en el yacimiento
del Balconcillo, en el espolón situado sobre la ermita de San Bartolomé,
comparable al importante yacimiento de los Tolmos de Caracena.
Otros asentamientos posteriores se encuentran en el Castro de Ucero y
la necrópolis de San Martín, junto con construcciones romanas
como la cueva de La Zorra, completando un panorama de poblamientos más
o menos continuos desde la antigüedad en este mágico enclave.
La primera cita documental medieval a Ucero es de 1157, un privilegio
de Alfonso VII a la villa de Sotos de Suso, que dice estar entre Oxoma
y Ucero.
Florentino Zamora
indica esta fecha como la de asentamiento de monjes templarios en el convento
de San Juan de Otero, que en cualquier caso tuvo que ser antes de 1170,
año en que existe documentado un litigio entre la Orden del Temple
y la de Calatrava que cita el convento. Alejandro Aylagas (El
castillo de Ucero) apunta a un asentamiento templario desde Alfonso
I de Aragón.
Se
tiene noticias del castillo desde el S. XIII. Alejandro
Aylagas considera a Juan Gonzalez de Uzero primer señor del
castillo en 1212, siendo posteriormente señor
de la villa don Juan García de Villamayor y su viuda doña
María Alfonso de Ucero. Estuvo vinculado a la ermita
de San Bartolomé y su extinguido convento de San Juan de Otero,
ambos de origen templario. La villa es adquirida por el obispo de Osma
Juan Ascarón en 1302 por una cantidad casi simbólica, junto
con sus trece aldeas, a los nietos de don Juan García de Villamayor.
La toma de posesión no estuvo exenta de complicaciones por antiguos
derechos sobre la villa, pero pasará desde esta fecha a formar
parte de los distintos prelados. Así, en el S.XV, el obispo don
Pedro de Montoya lo acondiciona y reconstruye. En el S. XVI, Honorato
Juan hace colocar su escudo sobre la puerta de acceso, que aún
hoy se conserva. En cierta etapa llegó a ser cárcel de clérigos.
Una cronología más detallada de los avatares históricos
de Ucero podemos encontrarla en un artículo de Ángel Almazán
en Revista
de Soria, nº9, p.p.62-63.
El
castillo poseía un triple recinto amurallado del que conserva aún
bastantes ruinas, lo que le proporcionaba una especial resistencia a los
asedios. El acceso se realizaba desde el exterior por un conjunto de rampas
ingeniosamente dispuestas para su mejor defensa, que finalizarían
en un puente
levadizo del que hoy no queda más que su ubicación.
El interior dispone de otra barrera en el lado este y los restos de un
aljibe
abovedado, además de restos de distintas estancias y los huecos
de la viguería de madera en los muros. Completaba la defensa por
el lado sur una barrera que llegaba hasta las ruinas de una ermita o iglesia
románica (¿Nuestra Señora de la Villavieja?) de gruesos
muros de mampostería, a la que se accedía por una puerta
practicada al efecto en la rampa superior, y en torno a la que Florentino
Zamora situaba el convento de San Juan de Otero en lugar de junto a la
actual ermita de San Bartolomé. Sea como sea, el camino entre el
castillo y la ermita no está exento de signos de interés.
 Pero
lo más destacado son los detalles de la torre
del homenaje con las esquinas en sillería,
en mejor estado que el resto y donde se pueden apreciar las hileras de
ménsulas
que soportaban el desaparecido almenado,
ajimeces
del S. XIII y una ventana de arcos
ojivales con una moldura en su parte superior decorada con dos pequeñas
gárgolas
asimétricas. Gárgolas fantásticas también
hay en el exterior, una de ellas con tres figuras y la otra con una figura
con sus brazos en el regazo sujetando un objeto (¿un cántaro,
un instrumento musical?) y un águila sobre ella agarrando una serpiente.
El interior muestra una bóveda
ojival bellamente engalanada con pinturas y modillones
interiores decorados con cabezas y personajes. En la clave de la bóveda
de la torre se encuentra un agnus-dei, figura de oveja o cordero
que algunos autores asocian con la simbología templaria.
Existe
un pasadizo subterráneo que desde el castillo desciende hasta el
río Chico, practicable en unos 30 m. sin necesidad de linterna,
para acceder a la aguada en caso de asedio y que se encuentra derrumbada
en gran parte. Temenos un detallado estudio de la primera sección
de este pasadizo o mina en el trabajo
de Francisco Garía Riesco Ucero (Soria). Breve estudio sobre
una mina de castillo (Castillos de España,
nº120, pp. 43-47). Según este autor se trata de una mina excavada
en el suelo, a veces en roca, con adición de una bóveda
de cañón ligeramente apuntada realizada con lajas de sillarejo
y calicanto, con una altura variable entre 2,13 y 1,5 m. y una anchura
más o menos constante de 1,16 m. La pendiente que supera para llegar
hasta el río es de unos 60 m. por una empinada ladera.
En resumen, estamos
ante un ejemplo de arquitectura como mínimo poco común,
que desde luego no nos dejará indiferentes. Sus proporciones y
equilibrio, un entorno bellísimo, las elaboradas técnicas
de defensa y sobre todo su esbelta torre, hacen del castillo de Ucero
uno de los más merecedores a recibir una restauración global
antes de que sea demasiado tarde. Los accesos son excelentes y el entorno
turístico (cañón del río Lobos y Laguna Negra)
muy valioso
Próximo a
la villa, de la que hay que destacar la advocación a San Juan Bautista
de su parroquial, también podemos encontrar la llamada cueva de
La Zorra, que es en realidad una parte rehabilitada (unos 100 mts) del
canal romano que llevaba agua a través de un acueducto de 20 kms
desde el manantial de Ucero hasta Uxama,
y que es fácil visitar.
Por cierto, que
las truchas del río Ucero tienen fama internacional. Cómo
será que fueron utilizados alevines de este río para repoblar
la Real Granja de San Idelfonso. No dejes de probarlas, como han
hecho durante siglos los obispos de Osma en su acotado.
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