Más
que un castillo,
lo que en Carabantes descubrimos son los restos de una casa
fuerte o palacio del siglo XVI alrededor de una torre
de origen posiblemente mucho más antiguo (quizá árabe
del siglo XI) y que fuera residencia de la familia de los Tobajas. Se encuentra
situado sobre un pequeño resalte en la vega del río Vigas
o Carabán, a 980m de altura, y rodeado de montes salvo hacia el sureste.
En esta dirección se encuentra la población de Carabantes
que, encaramada a un cerro, destaca sobre la entrada al valle.
En 1999
quedaban en pie parte de dos torres, de la barrera
y el arco
de acceso. La
torre más pequeña y antigua, de planta rectangular de 8,45m
por 4,25m, tiene la base de los muros ligeramente inclinados por un talud
de 2,55m de altura y que se aprecia superpuesto a la construcción
original al menos en su lado sur, mientras que el lado norte aparece inclinado
de forma progresiva. Conserva tres de sus muros, con canes
interiores para soportar un piso de madera y mechinales
de otro más, siendo la base posiblemente maciza. En su cara este
hay una aspillera,
al parecer insertada con posterioridad, mientras que la fábrica
es de mampuesto
con sillarejo
en las esquinas.
La
otra torre, más grande y de planta cuadrada de 8,8m de lado, conserva
completos solo dos de sus muros. En 1993 pude observar que las piedras
caídas de la torre apenas tenían tierra entre ellas, haciendo
pensar en algún derrumbe reciente. Dispone de un acceso por el
interior del recinto mediante un arco reforzado con una enorme losa plana
al exterior, partido en dos por una grieta vertical y realizado en sillería
de piedra arenisca, al igual que las esquinas y marcos de los ventanales
de la torre que destacan por su color más oscuro. En el interior
se conservan los huecos de la tranca
para una puerta. Alguno de estos grandes ventanales muestra claras señales
de haber dispuesto de un enrejado al tener los huecos labrados en los
sillares de jambas
y dinteles
donde recibía el forjado. En el interior aún se aprecia
restos de la decoración y el hueco de la chimenea. Al menos disponía
de tres plantas y una bodega, a juzgar por la aspillera
que se encuentra en el exterior, cerca del arco de acceso a la torre,
pero por debajo del nivel del suelo bajo una losa. En el suelo se adivinan
algunas dependencias y muros interiores.
En un
ángulo de la fachada exterior de la torre aún es visible
una cornisa decorativa en piezas labradas de piedra de tono más
oscuro similar a las sillerías. Adosado a esta torre se encuentra
el arco de acceso al recinto a través de una rampa realizado en
sillería y que tuvo dos escudos,
uno del siglo XIII-XIV y otro del siglo XVI-XVII. Conserva aún
los huecos labrados de los goznes de la puerta.
El
recinto se encuentra rodeado de una fuerte barrera,
que puede parecer doble en algunos tramos, y donde se aprecian restos
de otras construcciones adosadas, torres o poternas.
Próximo al arco de acceso, atravesando el muro a la altura del
suelo, hay un vierte aguas labrado en piedra. Esta barrera tuvo que ser
más extensa de lo que hoy parece, posiblemente rodeando el conjunto
en su totalidad por el lado este, por donde discurre un camino vecinal
entre Carabantes y Reznos, a juzgar por más de 15 metros de cimientos
visibles por este lado.
El patio
presenta restos de algunas dependencias y construcciones interiores menores,
como los restos del tejado de una construcción situada entre las
dos torres.
En
conjunto presenta un aspecto bastante agradable y equilibrado, acercándose
más a un palacio, granja o casa
fuerte que a una auténtica fortaleza, si exceptuamos la pequeña
torre que presenta un aspecto claramente más antiguo y fortificado.
El palacio
cuenta con su propia leyenda, recogida por Florentino
Zamora Lucas, del rapto de la hija del último señor
de Tobajas, que abandonó el palacio afligido por la pena. Se sabe
que en el siglo XVI efectivamente ya no pertenece a los Tobajas, sino
a D. Diego Valdivieso.
De esta
población fue oriundo Fray José Velázquez de Fresneda.
Con el hábito de Capuchino, marchó de misiones a las Indias
occidentales, donde alcanzó mucho prestigio como estudioso de la
cultura indígena.
Durante
la guerra de sucesión Carabantes recibió ayuda de la ciudad
de Soria ante
el ataque del archiduque en 1706.
Madoz
, a mediados del siglo XIX, hace una escueta reseña a una casa
de campo inhabitada, con el título de Casa de Tovajas. En 1885
contaba con casi quinientos habitantes, que hoy no superan los 40.
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