Es importante el
legado de fortificaciones que hemos recibido en tierras sorianas de nuestros
antepasados. Así, entre castillos, casas fuerte, villas muradas,
torres y atalayas podemos encontrar hoy más de 200, además
de aquellas de las que hoy sólo queda registro documental.
Muchas de estas villas y fortificaciones se levantaron sobre la base de antiguos poblamientos celtas y posteriormente romanos como Uxama, Tiermes, Numancia o Gormaz, y en ocasiones próximos a calzadas romanas y caminos medievales como en Calatañazor, Soliedra o Muro de Ágreda. Es por tanto habitual encontrar en las construcciones mezclas de épocas y estilos que se superponen, a veces en forma de pequeños indicios o restos arqueológicos que denotan poblamientos anteriores. En Medinaceli por ejemplo aún es posible notar el origen romano de algunos muros y en Vozmediano las sucesivas recrecidas de éstos han dejado su huella. El común denominador es la necesidad de defensa ante el enemigo. Por eso es habitual que estas fortificaciones traten de cubrir y vigilar pasos naturales como en los vados de Vadorey y Torrejalba, puentes sobre ríos de Gormaz, San Esteban de Gormaz, Soria y Andaluz, o pasos montañosos como en Yanguas y la línea defensiva del Jalón. Otras veces lo que se pretende es reforzar con la sola presencia una zona fronteriza especialmente conflictiva. La Raya, Monteagudo de las Vicarías o Ágreda son buenos ejemplos. El estado de conservación de los castillos de la provincia, como es habitual en este tipo de construcciones en la península, es bastante malo en general, especialmente por la notable antigüedad de muchos de ellos. La excepción es la restaurada torre de Noviercas, seguramente del siglo X, pero en su mayoría son sólo los castillos más modernos los que se encuentran en buen estado de conservación, en Almenar, Aldeaseñor, Monteagudo de las Vicarías, Somaén, las murallas y puertas de Almazán, la casa fuerte de San Gregorio y las atalayas de Uxama o Quintanilla. Algunos de ellos están incluso habitados. Con alguna restauración se encuentra la fortaleza califal de Gormaz y el castillo y murallas de Rello entre otros. En ruina más o menos avanzada se encuentran todos los demás, incluida la mayoría de la enorme cantidad de atalayas que jalonan la provincia, declaradas algunas de ellas monumento nacional, de las que en ocasiones no queda más que algunos restos poco identificables. No es extraño notar cambios en las estructuras de estas construcciones, fruto de los derrumbamientos y expolios a que son sometidos. Personalmente tengo constancia de que, por ejemplo, desde 1993, se ha desplomado una de las esquinas del castillo de La Raya o una de las torres del castillo de Serón de Nágima, sin que nada se pueda hacer dada la delicada situación de algunos de ellos, como Montuenga con grandes grietas, o los escasos restos totalmente irrecuperables que se mantienen en pie, por ejemplo en Jaray. En el caso de Gormaz el problema se multiplica al tratarse probablemente de la fortaleza califal más grande de Europa, donde las inversiones en restauración y excavaciones suponen un porcentaje muy pequeño en comparación con el más de un kilómetro de perímetro murado. Caso aparte supone Numancia y Tiermes, que con sus muros y construcciones defensivas bien se pueden considerar fortalezas o villas muradas, pese a su especialísima condición, y donde un continuo trabajo de excavaciones arqueológicas a lo largo de varios años ha conseguido poner en valor y recuperar esa parte de la Celtiberia. Por lo general la documentación durante la ocupación árabe y toda la Edad Media es escasa. Existen fortificaciones en la provincia de las que apenas se puede obtener referencias o incluso están completamente indocumentadas, como Castrobón, Belimbre, La Pantorra, Soliedra, Campicerrado, Vea o Peroniel. Pasando lista a lo que encontraremos en la provincia, podemos hacer una sencilla catalogación de las fortificaciones militares atendiendo al tipo de construcción: Castillos:
Villas
amuralladas: Torres
aisladas y atalayas: Existen varias zonas en la provincia de especial concentración de torres y atalayas, formando líneas defensivas: por un lado, las torres aisladas de origen beréber, correspondientes a granjas de asentamientos en el Campo de Gómara y cuenca del Rituerto. La más característica es la torre de Noviercas y las de Masegoso, Castellanos, Almenar (torre del castillo), La Pica, Aldealpozo (formando parte de la iglesia), Hinojosa del Campo, Magaña (torre del castillo), Villanueva de Zamajón, Trébago, Matalebreras, Agreda, Montenegro de Agreda, Torretartajo (?), Jaray (?) y Aldeaseñor. La línea defensiva, compuesta en su mayoría por atalayas, del alfoz de Medinaceli, en Miño de Medinaceli, Alcubilla de las Peñas, Almadeque, Mezquetillas, el desaparecido castillo de Barahona, atalayas del entorno de Bordecorex, Vadorey, La Riba de Escalote, castillo de Gormaz, atalaya del Enebral (La Olmeda), Alcubilla del Marqués, atalaya de Quintanilla de Tres Barrios y atalayas de Osma, y ya en la provincia de Guadalajara, Bujarrabal (a un kilómetro escaso de la provincia), Barbatona y Estriéniga. . Por otro lado las de Navapalos y Torrejalba en el Duero. Otras muchas atalayas se encuentran repartidas por la provincia, como las de Bliecos en el paso del Nágima, Velilla de los Ajos, Caracena, Bayubas de Abajo, Caltojar, Casillas de Berlanga, Castejón de Campo, Alcoceba, Deza, Fresno de Caracena, Fuentecambrón, Liceras, Quintanasrubias, Torremocha de Ayllón, Torrevides, Velamazán, Yelo, Ontalvilla de Almazán, Barcones, Covarrubias, Neguillas, Nograles, Mosarejos (?),... algunas de las cuales sólo conservan el topónimo o algunos restos. La provincia está por cierto repleta de topónimos que hacen referencia a torres, atalayas y castillos. Casas
fuerte:
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